LA HISTORIA DE AQUELLOS QUE NO PUEDEN RETROCEDER.

viernes, 22 de octubre de 2010

Un copo de nieve en el espacio disforme.

Valkiryum,un planeta helado insignificante situado en la temida Franja Este sin ningún valor estratégico, pero sí con un valor mineral. Ahora, un planeta en el que se desenvuelve una tormenta de hierro y fuego. Pero hace cientos de años fue un planeta relativamente tranquilo en lo que respecta al turbulento 41 milenio.

El planeta había sido un mundo colmena rodeada de bosques frondosos y humedos de un verde oscuro intenso. Hace eones Valkiryum fué conocido como Sôlus, el errante solitario, en el que los habitantes civiles se habían agolpado para vivir sus insulsas vidas al servicio del Emperador. Nadie esperaba que fuera atacado y de hecho así fue...¿Para qué atacar un planeta dejada de la mano del emperador?

Los habitantes de la ciudades-colmena conocida como las ciudades gemelas de Æsir y Asynjur no pudieron esperarse el fatídico día en el que la Sombra cayó sobre ellos. Nibiru, así llamaron al cuerpo férreo que impactó contra el planeta solitario. Nadie lo esperó hasta que su sombra se hizo patente en su mundo y eclipsó su viejo sol. La noche se hizo eterna para los mortales de la superficie de Sôlus y los hombres comenzaron los saqueos y los disturbios, que la escasa Guardia Imperial pudo sofocar a duras penas con muchos muertos. Los jóvenes, lejos de alistarse en el Martillo del Emperador, decidieron sorprendentemente vivir como nunca lo habían hecho. Se podían ver por la calle a muchachos y muchachas por la calle, ebrios y sedientos de fiesta y se hizo popular la frase: "¡La noche es joven y ahora la noche es eterna!¡No hay mañana!¡Todos moriremos!", decían borrachos mirando al meteoro que eclipsaba su sol y amenazaba con estrellarse contra todo lo que habían construido. Los altos cargos ocultaron su amenaza a la población (al confirmar que la amenaza no tenía que ver con la temida Disformidad) con propagandas tan absurdas como la aparición de una nueva luna, pero el acercamiento del meteoro se hizo tan patente a los ojos de cualquiera que la desesperación se vió en el mismo cielo como la sombra de un Dios cruel. El Gobernador imperial del planeta estaba confiado en que sus armas laser de defensa planetaria podrían acabar perfectamente con el asteroide, pero no fue así. El asteroide, del tamaño de un planeta pequeño, se resquebrajó en cientos de lunas. Fueron tantas que les fue imposible fijar el punto de mira de los cañones laser de la defensa planetaria en tantos objetivos que finalmente impactaron con la superficie de Sôlus. El planeta fue devastado y en su 84% se volvió incandescente, incrementado por el magma del planeta. Se salió de su órbita y su eje cambió. Se alejó de su moribundo sol rojo atraido por el magnetismo de otros cuerpos celestes. Finalmente acabó girando en la órbita de la misma estrella, pero ahora se veía mucho más lejana que antes, hasta el punto de pasar a la temperatura media de 0º C. También aparecieron 6 lunas, que giraron alrededor del planeta, restos espaciales que dajó el impacto. La vida en el planeta sobrevivió, Un 1% de la población vivió en el polo norte del planeta. Pasaron cientos de años y hombres y mujeres se hicieron al hielo y la nieve y sobrevivieron, aunque no se expandieron.

Vivieron de forma casi primitiva hasta que se avistaron otros temibles meteoritos. Cundió el pánico, todos sabían (aunque hubiesen pasado cientos de años) que el cometa Nibiru había destruido su verde planeta hasta dejarlo blanco...¿qué esperanzas había de sobrevivir ahora? Los nómadas se quedaron mirando la lluvia de meteoritos que se dirigían hacia ellos y vieron horrorizados como algunos de ellos estrellaban a 20 kilómetros de su asentamiento. Ni un crujido hubo en la tierra, ni un movimiento, ni un espasmo. Los meteoritos no causaron ningún daño a Sôlus. Se preparó una partida de exploradores para examinar las rocas (o lo que ellos creían rocas) extaterrestres. No volvieron. Sin embargo, la causa de su desaparición llegó a los asentados. ¡Pielesverdes! Orkoz por doquier, hambrientos, malhumorados y casi helados arrasaron con todo a su paso. La población de Sôlus se hizo a los búnkeres imperiales que habían aguantado desde que el planeta era altamente civilizado y con altos recursos tecnológicos. Los asentamientos fueron destruidos y arrasados con los rezagados y el ¡Waagh! avanzó sin encontrar resistencia. Krugnolz Kráneo Hierro llevó a su ¡Waagh! hacia los búnkeres, donde sin duda, estarían los casi primitivos humanos escondidos. Pero fueron repelidos ante los muros de hormigón y cemento. Los búnkeres estaban casi enterrados en la nieve y aguantaron por valentía de aquellos que se aventuraban a salir con los francotiradores que quedaron en el depósito de armas. La resistencia se basó a una perfecta e incluso desquiciante compenetración con el medio por parte de los francotiradores de la resistencia y por usar su munición específicamente en los líderes Pielesverdes, para desmoralizar al enemigo. Tal fueron su destreza que se les llamaron vulgarmente por parte de los Orkoz "hombrez de nieve". Los líderes Orkoz estaban en los puntos de mira, ninguno estaba a salvo.


El más destacado de estos cazadores de la resistencia fue Vaslov, un desquiciado miliciano francotirador que se obsesionó con cazar al Kaudillo Kráneo Hierro, que perturbó la poca paz que habían tenido desde que Nibiru destrozó su modo de vida y su planeta. Al ser el mejor francotirador y ser efectiva su caza de líderes orkoz la población recobró un renovado optimismo, tomando armas y saliendo a la nieve. Solo quedó una salida, una desesperada salida. Vaslov, reconocidos por todos por su pelo rubio y un tic en el ojo acompañado de un tirón en el cuello, los condujo al paso de las Navajas Heladas, un escarpado paso enre riscos helados cuyo camino estaba plagado de estalagmitas heladas y afiladas como estacas. Todos le llamaron loco, suicida o "increíblemente ambicioso", pues todos sabían que ansiaba ante todo la cabeza del Kaudillo, pero el tirador se limitaba a sonreír y decir que estaba seguro de que saldrían victoriosos, que tenía un "plan y valor", lo que intrigó a muchos seguidores suyos y animándoles a luchar por él.
Allí, en el paso de las Navajas de Hielo, dirigidos por Vaslov el Cazaorkoz, entre otros apodos como La Roca (porque tal era su maestría en el arte del camuflaje que le confundían con una roca) o el Silencioso, emboscaron un grupo reducido pero curtido de humanos francotiradores a la gran masa de Pielesverdes que reagruparon para poner fin a la vida humana en el planeta. El resto de los supervivientes humanos se mantuvieron al margen de la emboscada, estaban fuera del paso armados con rifles atrincherados en la nieve.






En cuanto empezó la emboscada, cayeron la mayoría de líderes Orkoz, que generalmente eran los más grandes y "aztutoz", como dirían ellos. Nadie de los antiguos Imperiales sabía donde estaba su líder Vaslov, pero siguieron disparando, seleccionando en su punta de mira a los Orkoz más grandes y violentos. Las balas rebotaban sobre el Kaudillo, que iba embutido en una enorme armadura acorazada hecha de chatarra. Fue demasiado tarde cuando todos (incluido Orkoz) vieron al líder de la resistencia humana saliendo de la nada. Vaslov estaba camuflado en mitad del paso, por donde pasaba y desfilaba el ¡Waagh! Para los Pielesverdes salió de la nada, entre los Orkoz y salió ante su Kaudillo Krugnolz Kráneo Hierro. Para horror de todos (incluido los humanos imperiales), el tirador se inmoló haciendo estallar en pedazos las faldas de las montañas que daban a lugar al paso con kilos de explosivo c-4. Su grito antes de ser enterrado por la avalancha que él mismo provocó fue poderoso: "¡Por la Humanidad y por el Dios Emperador!". El paso de las Navajas de Hielo dejó de ser paso en cuanto todo el ¡Waagh! fue arrasado cuando se les cayeron dos montañas de hielo y nieve encima. Los seguidores de Vaslov, para ellos un héroe, corrieron a socorrerle, incluso escavaron con sus propias manos.Pero la avalancha fue tal que no se veía cuerpo alguno. Sorprendentemente, un brazo humano salió de la nieve por voluntad propia, y tenía la cabeza cortada del Kaudillo Orko. Vaslov, antes de ser arrasado por la nieve, le cortó la cabeza al Kaudillo con su espada sierra y ahora, en sus últimos esfuerzos, sacó su brazo de su sepultura de nieve para mostrar a su pueblo la cabeza de la bestia.

Y eso es lo que queda de Vaslov es su brazo saliendo de debajo de la nieve, sosteniendo con nudillos blancos la cabeza verde cortada de su enemigo. Se decidió no sacar el cuerpo del héroe imperial y dejarlo tal y como estaba, como un monumento, como un trágico y heróico recordatorio. Por supuesto el Paso de las Navajas de Hielo dejó de existir tras el hundimiento y lo único que queda de ese paraje helado es la mano del Héroe saliendo de la nieve con su ansiado trofeo.
Vaslov murió como quería, con la cabeza de su enemigo en su puño, pero no fué el final de su estirpe, dejó descendencia. Nada más ni nada menos que diez hijas, ningún varón. Los humanos se recuperaban mientras que los Orkoz, al perder su ventaja numérica en la Emboscada de las Navajas de Hielo, fueron los acosados esta vez. Pero se multiplicaron rápidamente en silencio, mientras que los humanos son más lentos para crecer en número.
Pasaron años de guerrillas y las diez hijas de Vaslov, en reunión, decidieron no someterse a las reglas de reproducción de su asentamiento y con simples rifles robados y munición huyeron de su tierra helada como hiciera su padre antaño. Pronto los Pueblos Blancos tuvieron un respiro y corrieron los innumerables rumores de que diez valerosas amazonas avanzaban solas cazando a los invasores restantes y se las conoció como las diez Valquirias, mujeres doncellas de largas cabelleras rubias, que por supuesto, nadie dudó que eran las hijas del héroe Vaslov. Su violencia, entereza, frialdad y precisión en combate de estas diez hermanas fueron legendarias para los habitantes imperiales del planeta casi moribundo de Sôlus.

Los Orkoz restantes parecían relativamente tranquilos, pero el caso es que nadie se dió cuenta de que avanzaban bajo el hielo desde hacía tiempo gracias a sus Kemakema, minitanques lanzallamas. Penetraron en el búnker-bastión que hacía una década y media había permitido a la humanidad sobrevivir a las embestidas de los Pielesverdes. La población fue devastada, las mujeres y los niños fueron los primeros sorprendidos y la primera sangre derramada. Comenzó una anarquía, el búnker ahora era una ruina y los asentamientos humanos estaban en llamas. Pero aparecieron las hijas de Vaslov, y los milicianos las aclamaron como Valquirias, las guerreras de su pueblo, la esperanza de los restos Imperiales del planeta y dieron rienda suelta a la batalla entre hombre y bestia. Las Valquirias eran unas guerreras y líderes natas, condujeron a su pueblo sobre sus casas derruidas a la batalla. Muchos murieron, incluido seis de las hijas de Vaslov, cuyas muertes tuvieron un alto precio para los Orkoz, pues acabaron con sus Kemakema, sus Chicoz en motoz y la temible lata azezina (un cilidro enorme de chatarra plagado de brazos mecánicos con sierras oxidadas) en la que residía toda la esperanza de ganar de los Orkoz. Los Pielesverdes se retiraron y no pudieron ser perseguidos por la milicia humana y las cuatro Valquirias restantes, que eran las hermanas Vanadi, Vanabride, Valfreyja y Valentina, ya consideradas casi semidiosas ("casi", debido a que sería una herejía para con el Emperador). El "Waagh" se retiraba, pero de repente, en contra de todo pronóstico, una sombra volvió a aparecer en la superficie de Sôlus proyectada desde el cielo...otra vez.
Pero esta vez, traía un significado de esperanza. ¡Una flota imperial! Las masas de Orkoz que se retiraban fueron bombardeados desde la órbita del planeta y diezmados practicamente en la oleada de bombas. Las Valquirias, las últimas heroínas del mundo, dirigieron a su pueblo hacia el exterminio de los Orkoz. Y así fué, los acosaron hasta una ciudad de chatarra, los "meteoritos" que cayeron hace tiempo sobre su tierra helada no era más que una flota de Orkoz a la deriva en el espacio en pos de causar destrucción allá donde fuera. La chatarra ardió hasta sus cimientos y los Orkoz con ellas y en el mayor de los edificios de aquellas bestias, entre las llamas, se ondeó la bandera que mostraban a diez semidiosas de cabellos dorados, las que el pueblo bautizó como las Diez Valquirias, marchando a la guerra y dirigiendo a un pueblo con los ojos vendados, que creían fielmente en ellas. En esa batalla, ya lejos del Polo del planeta, murieron el resto de las Valquirias, y ya no quedó ninguna.
Tras la victoria, aterrizó la Flota Imperial que apareció de la nada durante la batalla. Un recién creado regimiento del sistema Cadia venía en ayuda. Los altos cargos pidieron ayuda al Imperio cuando se avistó el meteoro Nibiru, hará casi 354 años, pero como no se especificó cual era la ayuda que necesitaban, el Imperio mandó un pequeño regimiento novato. El problema es que la flota tenía que viajar más rápido que la velocidad de la luz desde Cadia y al abrir camino a través de la Disformidad, el tiempo corrió distinto en diferentes partes del universo. Para los habitantes de Sôlus pasaron cientos de años, pero para los refuerzos que mandó el Imperio solo pasaron horas. Ese era el problema de viajar en la Disformidad y de recibir refuerzos de años luz, que podrían tardar siglos. Además, los refuerzos tardaron más porque el Astronomicón, el Faro Psíquico que ofrecía el Emperador para viajar relativamente seguros en la Disformidad, no llegaba hasta la Franja Este. El 345º de Cadia se estableció en el planeta y preguntaron a sus habitantes, tiritando, cómo se llamaba el planeta. Ellos se limitaron a mirar a sus Doncellas Guerreras caídas y dijo uno: "Valkiryum. Y por cientos de miles de años que pasen, por muchas estrellas que se consuman y planetas que sucumban, nuestro pueblo no caerá si tenemos guerreras como estas mujeres que nos lideraron ciegamente con la fe del Emperador en un puño y el rifle en el otro"
A partir de aquí popularmente se le cambió de nombre al planeta y el regimiento de Cadia se retiró para ser sustituido por tropas Árticas de Valhalla. El planeta fue reconstruido en la nieve y se consideró que, al descubrir los nuevos materiales valiosos que aparecieron en la superficie, dejara de ser un Mundo Colmena y pasara a ser un Mundo Forja. El planeta dejó atrás su vida de ciudadanos y pasaron a ser curtidos hombres y mujeres de industria. La principal ciudad industrial está en Æsir, un hervidero de humo e hierro, donde la industria de guerra fabrica las naves aéreas famosas del Imperio, las Valquirias debido a la calidad de los materiales que aparecieron tras la caída del Cometa Nibiru. Mientras que la ciudad en conmemoración de la caída de las Valquirias, es su ciudad gemela, Asynjur, donde su centro está gobernado por un círculo rodeado de diez estatuas de diez mujeres guerreras que miran al centro del planeta, donde vive el Gobernador Imperial.

Actualmente, este planeta...es un copo de nieve en el espacio disforme.

Ahora, cientos de años después, este planeta, ha sido invadido por el recién nacido Imperio TAU, con el que limita la Franja Este(tras fracasar las negociaciones de paz famosas de este imperio) Sus guardias han caído y ahora le toca al pueblo salir a las calles a luchar, pero esto no es algo inaudito, el pueblo de Valkiryum nunca se ha escondido, sino que ha salido a la calle a luchar con una terquedad inaudita, aunque fueran con uñas y dientes. Y sus mujeres son las más valerosas en recuerdo a las antiguas diez heroínas que cuentan las leyendas.

Los soldados, los guardias imperiales, los civiles, hombres, mujeres, niños...todo humano capaz de luchar, corrían a través de una gran avenida del centro de la ciudad industrial de Æsir. Los edificios de la calle, a pesar de quedar solo sus ruinas, seguían siendo considerablemente enormes. Las bajas habían sido tantas en los Cuerpos de Infanterías de Defensa, que habían decidido unirse y mezclarse todos en la carga, sin distinciones ni compañías. Pero eso sí, todos los civiles armados intentaban seguir a los veteranos y a los sargentos de la Guardia Imperial. Masha siguió corriendo detrás su sargento, un hombre rapado y de buena constitución, que corría al frente de toda la masa que le seguía con las cabezas gachas, esquivando los rayos azulados que disparaba un invasor al que comenzaban a vislumbrar entre la ventisca. De repente, la masa de humanos se dió cuenta de que desde alguna parte, piezas de artillería bombardeaban el área al que se dirigían. El sargento alzó su sable.

-¡Seguid avanzando! ¡Son nuestros Basiliscos los que bombardean! ¡Avanzad hasta la trinchera!


Masha siguió con la cabeza bajada, sa daba cuenta de que en la carrera cada vez había menos de los suyos, que acababan en la nieve para teñirla de rojo. La tormenta de munición de energía azul del enemigo era muy certera y no parecía tener fin.

"Pero nunca capitularemos. Jamás." pensó Masha.

No se paró a contemplar la cara del enemigo, que ya se podía ver al final de la avenida entre la ventisca. Las naves Valquirias, con sus pinturas de doncellas guerreras en su chasis, sobrevolaron sobre las cabezas de las tropas que acababan de desplegar, arrojando bombas de humo sobre sus hombres para ocultar sus movimientos.

- ¡A la trinchera!- gritaron los guardias imperiales entre el humo lanzándose a una enorme excavación perpendícular que había en la calle.


Se lanzaron a la cavidad y empezaron a reconstruir la trinchera con los sacos de arena que habían sido derribados. Los anteriores defensores de la zanja estaban muertos. En la trichera no se podía andar sin pisar un cuerpo. Los civiles desarmados cogieron los rifles de los muertos y los desvestían para no pasar frío o incluso para ponerse sus armadura pectoral anti-frags. El comisario Hiermus llegó el último, para asegurarse de que todos sus hombres, los últimos de Valkiryum, avanzaban a la guerra y no cedía ni un milímetro de su duramente conseguido, hogar.

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